El lema del Día Mundial del Agua 2024, iniciativa de Naciones Unidas que se celebra cada 22 de marzo, es «Agua para la paz». El agua puede crear paz o desencadenar conflictos y cuando el agua escasea o está contaminada, o cuando las personas tienen un acceso desigual o nulo, pueden aumentar las tensiones entre comunidades y países.
Más de 3000 millones de personas en todo el mundo dependen de agua que atraviesa las fronteras nacionales. Sin embargo, solo 24 países tienen acuerdos de cooperación para todos los recursos hídricos que comparten. A medida que aumentan los impactos del cambio climático y crece la población, existe la necesidad apremiante, dentro de los países y entre ellos, de unirse para proteger y conservar nuestro recurso más preciado
La salud pública y la prosperidad, los sistemas alimentarios y energéticos, la productividad económica y la integridad ambiental dependen del buen funcionamiento y la gestión equitativa del ciclo del agua. Se trata de tomar medidas para hacer frente a la crisis mundial del agua, en apoyo del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 6: agua y saneamiento para todos para 2030.
La variabilidad del ciclo del agua aumenta debido al cambio climático, lo que provoca fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones o sequías, que son cada vez más frecuentes y severos, y provocando consecuencias devastadoras a nivel económico, social y ambiental. Es más, el clima extremo ha causado más del 90 % de los mayores desastres en la última década. Y aunque son muchas las voces que lo quieren negar, los mayores desastres naturales del siglo XXI han sido provocados por este fenómeno, siendo una de las consecuencias la falta de recursos que obliga a huir a millones de personas de sus hogares. En estos casos, los servicios básicos son los primeros en resentirse ante el impacto del cambio climático, especialmente los hídricos, donde un sistema de saneamiento y un suministro de agua adaptados al cambio climático podrían salvar la vida de más de 360.000 bebés cada año (ONU, 2020).